Mt
18,12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "¿Qué os parece?
Suponed que un hombre tiene cien ovejas; si una se le pierde, ¿no deja a las
noventa y nueve y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que
se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del Cielo no quiere que se pierda ni uno de estos
pequeños".
1. En el contexto del discurso de Jesús, que
recoge Mt 18,10-14, se trata de la comunidad de
ayuda mutua (Warren Cárter). Los seguidores de Jesús tenemos que organizamos
de manera que nos agrupemos en comunidades de ayuda constante en todo y
siempre. Por eso, a quien Jesús critica y censura aquí es a los dirigentes
religiosos, los sacerdotes a los que había denunciado tan severamente Ez 34.
Aquel profeta censuró a los sacerdotes por haber faltado a su deber extraviando
y agobiando al pueblo. Justamente lo que ahora ocurre con tanta frecuencia:
sacerdotes que viven su ministerio como un "oficio" del que viven,
no como una "vocación" para la que viven.
2. Por eso, si es que de verdad queremos la
renovación de la Iglesia, tal renovación tiene que empezar por los sacerdotes,
por los obispos, por los "hombres de Iglesia". En muchas parroquias,
el cura se centra y se contenta con los fieles que vienen al templo. ¿Y con los
que no vienen nunca? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Quién los busca? No se trata de
conseguir que todos los vecinos del barrio o del pueblo sean unos
"beatos". Se trata de que quienes no son buenas personas lo sean, y
los que hacen sufrir a otros, dejen de ser mala gente. Los que no son buenos
ciudadanos, se porten con honradez y transparencia en la vida pública y
privada.
3. Tenemos que cambiar el modelo de
sacerdote. En ta Iglesia antigua, se aceptaba como personas con vocación, no a
"los que querían" ser curas, sino a los que "no querían".
Esto era así porque ponerse a presidir en la comunidad cristiana era una cosa
que, si se quería hacer bien, exigía tal ejemplaridad, que muchos no se
atrevían. Lo que importa para actuar como ministro de una comunidad no es ser
hombre (y no mujer), estar soltero (y no casado), aprobar unos estudios en un
seminario (aunque no se sepa explicar el Evangelio)... Lo único verdaderamente
indispensable, para ser ministro de una comunidad y renovar la Iglesia,
es"seguir"a Jesús y"creer"en Jesús. Lo demás es
secundario.Tenemos que ser valientes y decir, como decían los concilios
antiguos, que las vocaciones que servían eran las vocaciones "invitas (el que no quiere) et coactus" (el que se ve forzado) (Y. Congar).
Hombres así, son conscientes de la responsabilidad que asumen. Confieso que yo
no me siento capaz de asumirla.
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