2º Adviento-cicloB-sábado

Mt 17,10-13
Al bajar del monte le preguntaron a Jesús sus discípulos: "¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elias?" Él les contestó: "Elias vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos". Los discípulos comprendieron entonces que se refería a Juan Bautista.

1.  Siguen los evangelios de Adviento recordando a los cristianos lo que hoy nos puede enseñar la figura de Juan Bautista. El monte del que bajan los discípulos es el monte de la transfiguración. Allí han tenido una visión: Jesús junto al profeta Elías (además de Moisés). Los judíos de aquel tiempo creían que, antes de la venida del Mesías, tenía que volver Elías a este mundo. Lo que seguramente, para algunos, era una dificultad contra Jesús. Porque, si Elías no había venido a la tierra, Jesús no podía ser el verdadero Mesías y sería, por tanto, una gran mentira lo que se decía sobre el mesianis-mo del mismo Jesús.
2.  Jesús responde a los discípulos diciendo que el profeta Elías ya había venido, representado en la figura del gran profeta que fue Juan Bautista. La frase de Jesús está en futuro porque cita literalmente un texto de Malaquías (3,23). Y Jesús da a entender que Juan fue "tratado a su antojo" (lo que a la gente mala de este mundo se le antoja), es decir, terminó asesinado. Y esa misma muerte era la que le esperaba a él, al mismo Jesús.
3.  El Evangelio destacaba ayer la diferencia entre Juan y Jesús. Hoy los iguala a los dos. Y los iguala en que ambos terminaron su vida asesinados. Juan porque denunció los escándalos de Herodes. Jesús porque denunció los escándalos del Templo, de los sacerdotes y de los letrados. La libertad ante los grandes de este mundo se paga muy cara. De ahí, el miedo que le tenemos a la libertad. Nos lo dice el Evangelio. Y en tiempos más recientes nos han recordado (o mismo algunos autores bien conocidos: Erich Fromm y, antes que él, Fedor Dostoyevski, en el discurso del "Gran Inquisidor".

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