viernes 3º semana de cuaresma

4 DE MARZO-VIERNES 3a SEMANA DE CUARESMA


Mc 12,28b-34
En aquel tiempo, uno de los letrados se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Qué manda­miento es el primero de todos?" Respondió Jesús: "El primero es: "Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es este: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que estos". El letrado replicó: "Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es único y no hay otro más que él y hay que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios". Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del Reino de los Cielos". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
1. La pregunta que le hicieron a Jesús, en esta ocasión, y la respuesta que Jesús dio al letrado, ambas cosas, nos llevan derechamente al centro mismo de lo más original y profundo que Jesús aportó a la humanidad entera. El problema, que aquí se plantea, está en esto: El letrado le preguntó a Jesús solamente cuál es el primer mandamiento, o sea el más importante de todos (D. C. Allison, Joel Marcus). A lo que Jesús respondió recordando la Shemá o declaración fundamental de la fe (Me 12, 29-30; Deut 6,4-9; 11,13-21; Nm 15,37-41). Pero Jesús recuerda además el texto de Lev 19,18, que es inseparable del primero (Gal 5,14; Rom 13,8-10; Sant 2,8-12).

  1. ¿Por qué Jesús unió ambos preceptos, el del amor a Dios y el del amor al ser humano? Si Jesús unió el amor al prójimo (sobre el que no le habían preguntado) con el amor a Dios (que es lo que le preguntaron), ¿por qué fundió lo uno con lo otro? ¿Por qué, a juicio de Jesús no es posible separar el amor a Dios del amor al prójimo? Sencillamente, porque si se separan, es que no estamos amando ni a Dios, ni al prójimo. ¿Por qué?
  2. Porque Dios es, por definición, "el Trascendente". Es decir, "a Dios nadie lo ha visto jamás" (Jn 1,18; cf. 14,8-10; 1 Jn4,12). O sea, Dios "nos trasciende", no está a nuestro alcance. Dios se sitúa "más allá de" el horizonte último al que nosotros podemos alcanzar. Hablar de "Dios" en sí, es utilizar una palabra vacía de contenido. Porque cuando hablamos de Dios así, en realidad no sabemos de lo que estamos hablando. La mediación de Dios y los humanos es Jesús. Y, por tanto, cuando decimos que amamos a Dios, bien puede ocurrir que no sea a Dios a quien estamos amando, sino que estemos amando "otra cosa" a la que le ponemos la etiqueta de "la voluntad de Dios", "la verdad de Dios", "el designio de Dios, etc. "Quien no ama a su hermano a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo" (1 Jn 4, 20b). Queremos a Dios en "lo humano". Por eso, nuestro amor "a lo humano" es nuestro amor "a Dios". No tenemos otra posibilidad.

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