Miércoles 4ª durante el año-B

Mc 6,1-6
En aquel tiempo, fue jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sina­goga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseña­do? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y judas y Simeón? Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí?" Y desconfiaban de él. Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa". No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
1.  Está claro, en este relato, que en Nazaret la gente no valoraba ni a Jesús, ni a María. Jesús era un trabajador manual sin cultura y al que los vecinos consideraban incapaz de hablar bien en público. Además, si se extrañan de los milagros que le salían de las manos, es que sospechaban que practicaba actos de magia, lo que aumentaba el descrédito. Para los vecinos del pueblo, Jesús era un tipo que hacía cosas raras. Y que, entre quienes bien lo conocían, no merecía crédi­to, estima o aprecio. Así lo ve el evangelio de Marcos.
2.  Jesús tenía hermanos y hermanas. No eran parientes, sino hijos de la misma madre. En todo el Nuevo Testamento, siempre que aparece la palabra griega "adelphoi", para señalar relaciones de parentesco, significa hermanos de sangre, sin que haya ni una sola excepción. Es este un tema que ha sido bien estudiado por los especialistas en el estudio de los evangelios (John P. Meier).

3.  Jesús se sintió "despreciado" "en su pueblo, entre sus parientes y en su casa". Es duro esto. Es posible que, al decir eso, estuviera repitiendo un refrán de aquel tiempo. En cualquier caso, ya sabemos que los parientes de Jesús pensaban que estaba loco (Mc 3,21). El problema de fondo está en que cuando una persona no se acomoda a lo que los demás espe­ran de ella, esa persona cae en desgracia. La "conducta desviada" (G.Theissen) de los profetas tiene un costo muy alto y les acarrea desprecio, rechazo, persecución y hasta puede ocurrir que los maten.

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