Sábado 3ª adviento - ciclo B

Lc 1,26-38
En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen, desposada con un hombre llamado fosé, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres". Ella se turbó ante estas palabras y se pregunta­ba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vien­tre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre fesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de facob para siempre y su reino no tendrá fin". Y María dijo al ángel: "¿Có­mo será eso, pues no conozco varón". El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubri­rá con su sombra, por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible". María contestó: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra". Y la dejó el ángel.
1. Lo que cuenta este relato es el punto de partida del cambio más asombroso que se ha producido en la historia de las tradiciones religiosas de la humanidad. Hasta que ocurrió lo que aquí se cuenta, la gente que creía en el monoteísmo pensaba que Dios era el Trascendente, el Absolutamente-Otro, y por tanto el Desconocido. La "trascendencia" (Dios) y la "inmanencia" (el ser humano) no tenían posible conexión. Ser "transcendente" no significa ser "infinitamente superior", sino simplemente ser "inconmensurable a" "de un orden absolutamente otro que" (Sophie Nordmann).
2. Así las cosas, los pueblos que creían en un solo Dios, se lo imaginaban como podían y, a veces, como les convenía. Además, lo veían como el Absoluto. De ahí nació el Dios nacionalista y xenófobo. Y sobre todo el Dios Absoluto, que legi­tima las verdades absolutas, las normas intocables y la sumisión total a la religión. Un Dios así, acrecentó la intolerancia y, con ella, la violencia inapelable (cf. W. Sofsky)

3.  La asombrosa novedad, que vino al mundo con la encarnación de Dios en Jesús, es que Dios se humaniza, se despo­ja de su rango y se hace como uno de tantos (Fil 2,7). A Dios lo conocemos, lo vemos, en un ser humano, en su entra­ñable sencillez y en su bondad sin límites. De forma que toda agresión a lo humano es agresión a Dios, Desde el mo­mento de la "encarnación de Dios", creer en Dios es respetar lo humano, cuidar lo humano, comportarse con una since­ra y profunda humanidad.

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