Martes 3º de adviento-ciclo B

Mt 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo: "¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña". Él le contestó: "No quiero". Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, Señor". Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el pa­dre?" Contestaron: "El primero". Jesús les dijo: "Os aseguro que los publícanos y las prostitutas os llevan la delantera en el ca­mino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis, en cambio, los pu­blícanos y prostitutas le creyeron. Y, aún después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis".
1. No pocos intelectuales y pensadores vienen insistiendo, desde el s, XVIII (la Ilustración), que lo primero en la vida es la verdad, el pensamiento, la razón. Y después de eso se coloca la ética, la praxis, la buena conducta. La parábola de los dos hijos indica que la rectitud de la fe no consiste, ante todo y primordialmente, en lo que "se piensa" o en lo que "se dice" sino en lo que "se hace". El criterio de Jesús es que lo primero en la vida no es lo que uno piensa, sino lo que uno hace. O sea, la ética es más importante que la filosofía y más decisiva que la ortodoxia. ¿De qué nos sirve la ortodoxia, si somos unos sinvergüenzas? Por tanto, tiene fe en Jesucristo el que hace lo que hizo Jesús, en cuanto eso es posible a la limitada condición humana. No es creyente el que afirma que el "Credo"es verdad, sino el que vive de acuerdo con lo que hizo y dijo Jesús.
2. Jesús anduvo con malas compañías. Porque convivió con la gente de peor fama en aquel tiempo. No hizo eso por desvergüenza, sino porque estaba convencido de que los últimos son los primeros. Los últimos de entonces eran los publícanos y las prostitutas. Los últimos de ahora son los inmigrantes, los excluidos, los pecadores... La Iglesia tiene que estar siempre cerca y a favor de los últimos. Solo desde ellos se puede creer en el Evangelio y enseñarlo a los de­más.

3. La Iglesia necesita una reforma a fondo. En este evangelio se ve la transformación radical que pide el Evangelio. Aho­ra ocurre algo que se parece a lo que pasaba en tiempo de Jesús. Los sumos sacerdotes de entonces no tenían fe. Mu­chos de los de ahora dan la impresión de que creen más en su poder, su dignidad y sus privilegios que en el Evangelio, que sitúa a los pecadores y prostitutas por delante del clero. ¿Qué nos dice esto a cada uno? ¿Quiénes son los primeros para mí en este mundo: los "importantes" o los "despreciados"?

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